Lectura: Mateo 14:22-27
Pastor Pedro Julio Fernández
Cuando uno dice “soy yo” los demás saben quién es la persona sin decir su nombre. Se usa mucho entre las parejas, hermanos de una familia, padres e hijos y viceversa, gente de intimidad que se conocen. Ese “ánimo, soy yo” viene precisamente cuando los discípulos más necesitan esas palabras.
En el caso de los discípulos estaban solos sin Jesús y con un problema que no lo podían resolver entre todos. Jesús en cambio estaba solo orando y penando su dolor por la muerte de Juan [probablemente].
Cuando Jesús se acerca a la barca era entre las 3 y las 6 de la mañana y era tan grande el terror de los apóstoles que creyeron que Jesús era un fantasma y gritaron de miedo. A los que Jesús dijo: ánimo, soy yo; no teman.
La palabra ánimo (tharséō) se puede ver desde dos perspectivas: Para Dios "Envalentonado para mostrar valor" Es Dios reforzando al creyente, dándole poder con una actitud interior audaz.
Para el creyente, tharséō es el resultado de que el Señor infundió Su fuerza mediante el obrar de la fe. Mostrar este coraje inquebrantable y audaz significa vivir la confianza interior (refuerzo interior) que es producida por el Espíritu.
Veamos un caso donde los ánimos de los lideres hebreos se fueron al suelo fruto de un aparente fracaso y cómo Dios se revela como “Yo soy el que Soy” para dar ánimo a su pueblo. En Éxodo 5:2, 20-23 y 6:2-3 está el relato.
Dios nos manda a dar ánimo los unos a los otros como vía de aliento y seguir la meta del supremo llamamiento (Filipenses 3:14).
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