Lectura: Mateo 13:1-9
Pastora Belkis Fernández
El Señor Jesús utiliza el ejemplo del agricultor que siembra la semilla al voleo para hacer una semejanza con el reino de los cielos. La siembra al voleo indica que se arroja la semilla a puñados, esparciéndola al azar. (Dicc. Larousse). Imagínese un terreno montañoso de Galilea, al esparcir la semilla, esta podía caer en terrenos que tenían diferentes características. El agricultor toma su riesgo y no siempre obtiene el fruto esperado.
Veamos los diferentes tipos de terrenos revelado por Jesús:
1. Parte de la semilla cayó junto al camino. El suelo muchas veces estaba endurecido, por tanto pasar la gente y caminar por ahí, ni aun el arado había tenido efecto.
2. Pedregales: El terreno en su superficie se observa la tierra, pero si profundiza un poco en el fondo encontraras piedras.
3. Entre espinos: La tierra había sido arada, pero llena de malezas y matorrales
4. Buena tierra: Terreno arado y sin malezas y espinos
¿Entendería toda la multitud la enseñanza y caería la palabra sembrada solo en buena tierra? El cuidado de nuestro ser interior no podemos dejarlo al olvido. ¿Realmente estamos dando frutos? ¿Es nuestra relación con Cristo profunda o superficial? El que retiene lo que oye, dará fruto; el que no retiene, no dará fruto. Jesús es el único que puede restaurar los terrenos llenos de escombros, áridos y maltratados. Retengamos y compartamos el mensaje de la Palabra de Dios.
Dios esparce su palabra (Sal 19:4) por todo el mundo (todos los terrenos, todos los corazones) esperando que la gente preste atención para que dé fruto para salvación (sembrados en buena tierra), pero no todos lo hacen (sembrados junto al camino), otros hacen el intento (sembrados entre espinos y pedregales), pero no lo logran.
La misión del que siembra es tener la fe que la semilla producirá fruto. ¿Que se espera de un oyente? Que oiga, que entienda y que de fruto.