Lectura: Mateo 27:45-52
Pastora Belkis Fernández
A Jesús lo maltrataron, lo escupieron y se burlaron de él. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, proceso de crucifixión que inició desde las nueve de la mañana. (Marcos 15:25).
El doctor Lucas narra que mientras Jesús iba por la vía dolorosa, las mujeres lloraban y lamentaban lo sucedido y volteando su mirada hacia ellas les dijo “No lloren por mí, lloren por ustedes y por sus hijos”. Tengo un buen tiempo que estas palabras hacen eco en mi corazón, al ver que Jesús retrató lo que sucedería en Israel y aun retrata los perfiles de familias presentes.
Jesús clamó diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Siendo Dios, en ese momento histórico se sintió abandonado y se cumplió el Salmo 22, escrito por David, donde narra que Jesús experimentaría abandono, dolor y mucha tristeza por todo el peso del pecado y porque sabe que el infierno es el castigo que separa al pecador de su Creador.
En Mateo 27:25 todo el pueblo responde: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! el pueblo judío se responsabilizó de la ejecución de Jesús y hasta hoy, es un pueblo donde siempre ha habido guerra y sangre. Continuaban su burla, llamándole Elías y dándole a beber vinagre y diciéndole, llama a Elías para que te libre de esta prueba.
Jesús entregó el espíritu y a partir de ese momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo y la tierra tembló y las rocas se partieron y muchos sepulcros fueron abiertos. A partir de ese momento según Hebreos 10:19-25, hay libertad para poder entrar a la presencia de Jesús y ser parte de un nuevo pacto, de un camino nuevo, vivo, en el cual tenemos acceso gratuito por el pago de su sangre en la cruz del Calvario.