Lectura: 2 Reyes 4:12-17 Pastora Belkis Fernández
Cuando uno sirve por amor, hay una respuesta bondadosa. El profeta Eliseo recibió hospedaje de la mujer por quien sintió admiración y esmero y luego le preguntó, ¿Qué puedo hacer por ti? Él pensó que ella buscaría algún tipo de influencia con las autoridades y le ofreció hablar con el rey y con el general, pero ella no accedió. El profeta entonces profetizo que el siguiente año ella tendría un hijo
¿Cuál fue la reacción de la mujer? Se sintió inmerecida; más la profecía se cumplió y tuvo el hijo. El niño creció y en una ocasión acompañó a su padre al campo. Al niño le entró un dolor de cabeza y llamaron a la madre quien lo tomó y teniéndolo en sus rodillas se le muere. La madre silenciosamente llevó a su hijo a la habitación del profeta Eliseo, lo acomodó en la cama del profeta y cerró la puerta.
¿Quién diría que la habitación del profeta iba a servir para colocar a su hijo muerto?
¿A qué procedió? ¿De qué manera se comunicó y que comunicó? ¿Dijo toda la verdad? ¿Cuáles fueron las palabras de la mujer al esposo cuando le refutó por qué iba a ir donde el profeta en ese momento?
La madre no comunicó toda la verdad y con una actitud de confianza fue para que el profeta le resucitara a su hijo. Dios no le había revelado nada al profeta y el tuvo que orar y actuar, pues la restauración no fue instantánea. El milagro fue a través de un proceso, su fe la mantuvo y el profeta le devuelve a su hijo y le dijo, “Toma a tu hijo”. La mujer se inclinó sin arrogancia, tomó a su hijo y salió.