Lectura: Isaías 66:1-2 NTV
Pastor Pedro Julio Fernández
Esto dice el SEÑOR:
El cielo es mi trono y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Podrían acaso construirme un templo tan bueno como ese? ¿Podrían construirme un lugar de descanso así?
Con mis manos hice tanto el cielo como la tierra; son míos, con todo lo que hay en ellos. ¡Yo, el SEÑOR, ¡he hablado! Bendeciré a los que tienen un corazón humilde y arrepentido, a los que tiemblan ante mi palabra.
“Isaías comenzó el resumen final de su profecía con un recordatorio de que el Señor no está interesado en un templo de piedra, porque es Creador de todas las cosas y el universo es su morada. Esteban citó este pasaje ante el sanedrín para señalar el error de limitar a Dios a un templo de confección humana (Hechos 7:49-50). Por el contrario, Dios quiere morar en un corazón tierno y quebrantado que no se ocupa en los aspectos exteriores de la religión (Mateo 5:3-9) Dios busca hacer morada en el corazón de una persona que toma en serio su palabra” (John MacArthur).
Es una gran comparación entre la grandeza de la morada de Dios y lo pequeño del corazón humano. Nadie puede hacer lo que Dios hace. Dios se sienta en el cielo y coloca los pies sobre la tierra, eso es inmenso y nadie podría hacer algo así a Dios. Pero podemos hacer que él viva entre nosotros, que habite en nuestros corazones cuando somos humildes, arrepentidos y tomamos en serio la gestión de su palabra.
El salmo 8 habla una vez más de esa grandeza de Dios y su humildad de saber quién es el hombre y saber quién es hijo del hombre para VISITARLO.
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