El Fallo de Moisés: Debió hablarle a la Roca, le habló al Pueblo y Golpeó la Roca
Lectura: Números 20:7-12
Pastora Belkis Fernández, D.Min.
Todos cometemos errores y Moisés no es la excepción. Él era un hombre humilde y lo demostró en un momento de crisis familiar, donde hubo pleitos entre sus hermanos y su esposa cusita. Él actuó pacíficamente. (Ver Números 12:3).
Moisés había pasado por muchos procesos difíciles, nació como esclavo y se crio como príncipe en la casa del Faraón. A sus cuarenta años huyó al desierto, pastoreó en Madián y luego condujo al pueblo de Dios hacia la tierra prometida.
Él tomó la vara correctamente, que era símbolo de autoridad, pero se dejó presionar del pueblo y le maltrató, además golpeó en dos ocasiones la roca, cuando Dios le dijo que le hablara.
En esa misma cita de Números 20, se observa que su hermana María había muerto. Puede que el proceso de dolor, de frustración y desprovisto de sus necesidades básicas habían contribuido al cambio repentino de su carácter pacífico. Una vez más entendemos que una simple locura, o una decisión en ira trae consecuencias funestas.
Él podía resistir esa tentación de airarse, pero no se santificó al actuar con ira. Aaron muere, Moisés no entró a la tierra prometida y su cuerpo fue desaparecido. El pueblo enfermó por causa de las murmuraciones y quejas. Cada cual pagó sus consecuencias.
La roca es símbolo de Cristo y al golpear la roca estaba rompiendo con los estándares de santidad que Dios le había requerido.
El desierto es símbolo de soledad, desánimo y desaliento; la roca símbolo de Cristo. Los esfuerzos humanos no sirven, ni los talentos sin obediencia y sin una relación íntima con Dios.
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