Lectura: 2 Pedro 3:10-13
Belkis Fernández, D. Min.
La gente común ignora el tiempo que Dios está otorgando para que se arrepienta. Además, ignora voluntariamente cómo Dios destruyó el mundo antiguo. La destrucción primera fue por agua y reconocida en todas las culturas de este planeta tierra. Noé obedeció a Dios y a pesar de que se burlaban de él, continúo construyendo el arca, la cual le sirvió de protección en medio de la ira de Dios. ¿Y hoy, vivimos en obediencia al Señor?
El apóstol Pedro dice que el planeta tierra y los cielos atmosféricos serán destruidos por fuego. Para muchos el calentamiento de la tierra es el problema, el deterioro de la capa de ozono, o por la incoherencia de esta humanidad de no cuidar lo que Dios nos ha dado, etc. Mientras ocurre la ignorancia en aquellos que tergiversan la verdad, el pueblo de Dios tiene el desafío de preparase y vivir en esperanza y santidad.
La esperanza en Cristo no avergüenza, sino que produce en el creyente un verdadero arrepentimiento porque conoce a través de la Escritura el Kairós de Dios. Para el impío, el presente y futuro proyecta angustia, dolor y desesperación. El juicio se acerca, hoy más que nunca vemos el fuego destruyendo esta tierra. En los diferentes continentes hay áreas devastadas por el fuego. La creación y nosotros mismos gemimos para ser redimidos.
“Como ladrón en la noche”, o de manera sorpresiva, así será el día en que el Señor vendrá. Hay un mensaje de esperanza para el creyente y es el apresurarnos en guardar su Palabra. El creyente tiene esperanza y no tiene miedo ante los acontecimientos de juicio que vendrá. Estamos en la espera, pero al mismo tiempo entramos en una fase de preparación y confianza en el Señor.
¿Qué hacemos después de estar esperando? Mantenernos sin mancha e irreprensibles y en paz. La esperanza proyecta confianza y seguridad y encamina al creyente hacia la senda de la santidad. El Señor desafía a cada creyente a modelar una vida santa y apartada de pecado.
No caigamos en el error de los inicuos. El final de este mundo ya se acerca, esperemos con firmeza las promesas del Señor de cielos nuevos y tierra nueva.
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