Lectura: Mateo 18:21-35
Pastora Belkis Fernández
El perdón no es una opción, sino el ejercicio diario que debe practicar el creyente. Dios te ha perdonado y tu debes perdonar. El perdón es un pago de deudas pendientes que tienes que saldar. Tienes que arreglar esa fisura que ha dañado la amistad, ese mal comportamiento, ese disgusto, o el mal o daño que provocaste a alguien, o a una familia, o que alguien te hizo a ti.
La sensibilidad humana se ha agitado y hoy, abundan las separaciones, enemistades entre personas, familias, amigos y hermanos. Hoy, pequeñas cosas han separado grandes amistades. El creyente tiene que liberar a la persona y soltar el problema para no caer en un estado de empeoramiento.
El perdón es un pago, no monetario que nos hace más felices ya que miramos a la otra persona a través de Jesús y liberamos al ofensor por su Palabra.
Jesús ilustra el perdón como el rey que hizo cuentas y uno de sus siervos debía millones de monedas de plata. El rey le perdonó su deuda, pero el siervo perdonado fue y buscó a uno que le debía unos pocos miles de monedas de plata y no lo perdonó. El “perdonado no perdonador” entró a la cárcel hasta que le pagara toda la deuda.
Jesús en diálogo con Pedro le dice, no solo debes personar siete veces sino hasta setenta veces siete. En otras palabras, debes perdonar, sin límites.
¿Cómo concluye el deudor que no perdona? ¡En disgusto! El no perdonar se convierte en una carga no manejable que trae amargura, angustia y opresión. Al perdonar renunciamos a tomar una posición de víctimas o victimarios, simplemente soltamos y nos liberamos. Ya Jesús nos enseñó a perdonar, sigamos sus pasos.
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