Lectura: Hechos 10:44-48
Pastor Pedro Julio Fernández
El día que los judíos celebraban la fiesta de pentecostés se manifestó el Espíritu Santo tal y como se narra en Hechos 2. Pedro explicó todo lo sucedido citando a Joel 2:28-32 como el cumplimiento de lo profetizado en la última parte del siglo IX.
Al citar a Joel, Pedro ve en esta manifestación un acto inclusivo de Dios y no exclusivo para un sector en particular o para los judíos. La profecía era clara en que no había diferencia de géneros (hijos e hijas), diferencia de edad (ancianos y jóvenes), diferencia de razas (toda humanidad) y no había diferencias sociales (siervos y siervas). El Espíritu Santo NO es patrimonio de una denominación o de un grupo cristiano en particular, es la gracia de Dios manifestada a todas las personas (Tito 2:11).
Después de citar al profeta Joel, Pedro procedió a dar un contundente mensaje de la obra y persona de Jesús hasta su coronación de gloria y honor a la diestra del Padre. Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que ustedes han visto [lenguas como de fuego] y oído [las maravillas de Dios].
Con la experiencia en Antioquía en la casa de Cornelio, los cristianos judíos entendieron que el Espíritu Santo no era solo para ellos, pues se quedaron asombrados, porque el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles, porque los oían hablar en lenguas y exaltar a Dios (Hechos 10:44-48). Pedro en su reporte apostólico mencionó tal experiencia resaltando al Espíritu Santo como un don de Dios y el arrepentimiento como vía de obtenerlo (Hechos 11:15-18).
De hecho, Pablo también habla del confinamiento en el cual estábamos encerrados por medio de la ley, pero venido Cristo somos hijos de Dios. Porque todos los que fueron bautizados en Cristo, de Cristo están revestidos. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos somos uno en Cristo Jesús. Y si somos de Cristo, entonces somos descendencia de Abraham, herederos según la promesa (Gálatas 3:23-29).
Todo esto significa que la manifestación del Espíritu Santo inaugura el tiempo o temporada de la gracia para que todo aquel [sea judío o gentil] que invoque el nombre del Señor Jesucristo sea salvo. El libro de los Hechos registra las manifestaciones del Espíritu Santo en el crecimiento poderoso y la prevalencia de la palabra del Señor, en el engrandecimiento del nombre de Jesús y en el incremento del número de los salvos.
Si uno ubica esta temporada de gracia entre el cumplimiento cabal de las 69 semanas (con la muerte del Mesías Príncipe) reveladas en Daniel 9 y el cumplimiento futuro de la semana número 70 (último gobierno humano), entonces es un tiempo de bendición, gracia y oportunidades nunca visto como Pablo lo dice en Romanos 10:5-15 en la sección titulada cómo salvarse.
Debemos dar gracias a Dios por el don de la salvación a través de Jesucristo y dar gracias también por el garante de esa salvación que es el Espíritu Santo (Efesios 1:13-14).
Hagamos de Pentecostés un recordatorio, una celebración y un compromiso de vivir sanamente en la santidad del Espíritu Santo.
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