Lectura: Mateo 28:1-10
Pastora Belkis Fernández D.Min.
El gran triunfo es tangible y único, el Hijo de Dios, Emanuel, Dios con nosotros ha resucitado y la tierra no aguantó este acontecimiento y tembló. Era el primer día de la semana y los vigilantes de su cuerpo dieron el informe a las autoridades religiosa y política.
El súbito temblor de tierra crea un ambiente de temor. Un ángel del Señor vino del cielo, removió la piedra. El aspecto del ángel era como un relámpago. Tanto los vigilantes como las mujeres tuvieron temor, más el ángel les dijo a las mujeres, “No temáis vosotras”. ¿Por qué no le dijo nada a los guardias?
Ellas tenían que anunciar a los discípulos y llevar la buena noticia acerca de la resurrección del Señor. El hecho de ser mujeres las que recibieran el mensaje era un tanto desafiante, por el aspecto cultural ya que las mismas eran relegadas y las mujeres no tenían mucha credibilidad.
La ruptura del templo, es decir el velo del templo se rasgó en dos (Mateo 27:51); y este acontecimiento da paso a un nuevo orden, ya no más exclusividad, ya no más el antiguo modelo del templo y de sacerdocio. El ángel afirma a las mujeres para que no tengan temor y ellas anuncien la noticia a hombres que algunos de ellos mostraron cierta cobardía e incredulidad.
¡Qué gran noticia! Jesús ha resucitado y su tumba está vacía y las mujeres se convierten en las mensajeras de la resurrección. Ellas corren hacia los discípulos, mientras que los guardias se dirigen a los sumos sacerdotes para comunicarles lo que aconteció.
Jesús vino a romper tradiciones, y una noticia tan grande como es la resurrección la puso en las manos de mujeres que podían ser mal interpretadas; más el Señor tiene su propósito de que tanto hombres como mujeres se involucren en dar a conocer la verdad que es Cristo y ser portadores de su Palabra. Jesús ha resucitado y es la base de la fe de todo creyente. El apóstol Pablo dice que si Cristo no ha resucitado en vana seria nuestra predicación y fe. (1 Cor. 15:14).
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