Lectura: I Reyes 19:1-4
Pastora Belkis Fernández
Elías se dejó intimidar por las amenazas de Jezabel la esposa de Acab y en vez de enfrentarla como hizo con los profetas de Baal, decidió huir al desierto; pensaba que solo él había quedado y no era cierto. La intimidación bloquea la mente y los pensamientos e impide tener una percepción de la realidad. Elías debió confiar en Dios y no llenarse de miedo. La palabra intimidar significa causar e infundir miedo. La intimidación puede provocar depresión por la falta de seguridad o por la vulnerabilidad del ambiente y esos temores hay que llevarlo a Cristo.
Elías se fue al desierto, buscó una sombra echándose debajo del enebro y quería morir o que Dios lo matara. Él no fue el primero pues Moisés, Job, Jeremías y Jonás pidieron lo mismo, cuando no vieron progreso ante la dificultad que enfrentaban, deseaban morir. Elías se quedó dormido comía y volvía acostarse de nuevo. Es parte del síndrome del deprimido/a, querer solo dormir y a veces esperar la muerte.
No a todos los mensajes se les da crédito. Elías se asustó, dejó su ayudante y huyó a una cueva; Dios no se manifestó en los eventos que habían estremecido el ambiente, sino más bien en la quietud y así pasa muchas veces con el creyente que Dios manifiesta su poder de una forma imperceptible. Dios quería mostrarle que aún quedaba un remanente.
No te enfoques en el peligro, ni en el temor que traen los amigos o las amenazas de los enemigos, ni en los mensajes de opresión que te provocan miedo, entrégale tus inseguridades a Jehová. No te escondas, levántate y mantente abierto a experiencias que no había tenido antes. Dios continúa haciendo milagros.