Lectura: Lucas 15:1-7
Pastor Pedro Julio Fernández
Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.
3 Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: 4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; 6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. 7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
Este hombre compartió su alegría con amigos y vecinos, porque parece que ellos compartieron su pena y tristeza por la pérdida de la oveja.
Esta es una enseñanza de parte de Jesús para que uno aprenda a llorar con el que llora y a reír con el que ríe. Que la desgracia de una persona no sea causa de nuestra alegría, y que tampoco se desprecie a aquellos que se arrepienten y buscan de Dios.
Cuando halló su oveja convidó a sus vecinos para compartir su gozo y la alegría de haberla encontrado sana y salva. No fue egoísta en regocijarse a solas, sino que lo compartió.
Algo semejante ocurrió con Abraham cuando le informaron que su sobrino Lot fue secuestrado y llevado como cautivo. Abraham fue donde el sacerdote Melquisedec y lo hizo saber para que interviniera en oración y fue en persecución detrás de los secuestradores y logró liberar a Lot y demás cautivos y entonces fue de nuevo donde Melquisedec a compartir el gozo.
Una de las recomendaciones en la sección de vida cristiana de la carta a los romanos es gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.
Así es cuando una persona se arrepiente, que en los cielos hay gozo por una persona perdida que fue hallada.
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