Lectura: Marcos 4:26-29
Pastor Pedro Julio Fernández
El evangelio como semilla tiene un poder propio, inherente, intrínseco en sí mismo. El evangelio solo necesita sembradores que lo siembren, que lo esparzan a los cuatro vientos. Va a germinar sin que el sembrador de la semilla sepa el cómo, pero verá todo el proceso desde la germinación (brote) hasta la cosecha de los frutos.
El evangelio es tan poderoso que Pablo dijo que es poder de Dios en acción para salvar a todos los que creen, a los judíos primero y también a los gentiles.
Nada ni nadie puede hacer lo que la palabra de Dios hace. Pues la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos. No hay nada en toda la creación que esté oculto a Dios. Todo está desnudo y expuesto ante sus ojos; y es a él a quien rendimos cuentas.
Pablo la expuso en todas partes que predicó y muchos judíos y gentiles aceptaron a Jesucristo como Señor y Salvador.
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