Lectura: Génesis 32:22-31
Pastora Belkis Fernández, D.Min.
Jacob se enfrenta en una lucha con el ángel porque no podía seguir engañando. Él no se sentía cómodo, pues sabía que había asuntos que arreglar del pasado, por los muchos errores cometidos en su familia. Esa confrontación espiritual lo llevó a un cambio rotundo. Ya no más Jacob, que significa engañador sino Israel, que significa el que lucha con Dios.
El perdón lleva a un retrato de la consciencia y Jacob ahora es un hombre transformado.
Esa transformación era necesaria antes del gran reencuentro con el hermano a quien le faltó. Jacob regresa a Canaán, quizás como muchos que deciden retomar sus valores y quizás se imaginaba que Esaú, iba a estar como un hombre salvaje, violento y lleno de remordimiento, odio y con ganas de venganza. Dios transforma a la persona y no podemos hacer especulaciones en la carne, aun de aquellos que han provocado heridas.
Los desacuerdos y pleitos de los hermanos Esaú y Jacob marcaron la familia patriarcal. Rebeca, su madre sentía la lucha entre ambos hermanos por salir primero de su vientre. Esaú vendió su primogenitura a su hermano Jacob; sin importar la bendición que estaba despreciando.
Jacob va de regreso a su tierra, pero ya no es ese joven astuto, calculador y engañador, sino que veinte años después su corazón le dictaba la consciencia de la reacción que tendría su hermano al encuentro. El salió solo, pero regresa con una gran familia.
Jacob luchó tanto al quedarse a solas con el ángel que obtuvo lo que quería. Confesó que se llamaba Engañador [Jacob] y Dios le cambio el nombre a Israel [El que lucha con Dios].
La evidencia de su victoria sobre su propio yo fue que su muslo fue descoyuntado por el ángel y ahora su forma de caminar es diferente. El mismo le pone el nombre a ese lugar de Peniel que significa “Rostro de Dios”, porque él vio a Dios cara a cara. La tenacidad de Jacob lo llevó a experimentar el perdón, a pesar de que pudo haber tenido temor.

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