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El Cántico de Ana - Sermón

Lectura: 1 Samuel 2:1-11

Pastora Belkis Fernández

Ana en principio oraba en amargura (1 Sam.1:10) y también quebrantó su corazón delante de Jehová y luego trajo un cántico con un tono y una actitud distinta, expresó un canto de victoria, luego María la madre biológica de Jesús tomó este cántico (El Magníficat en Lucas 1:46-55) para exaltar a Jehová en condiciones similares. Ana ahora puede reír y estar alegre, porque ya no tiene la actitud de amargura sino de agradecimiento.

Durante los procesos muchas veces entendemos que no conviene hablar, porque al hablar expresamos a veces palabras arrogantes. Es cierto, ¡A Dios es que le toca pesar las acciones! El cántico de Ana es en parte una analogía entre los débiles y los fuertes, los saciados y los hambrientos, los que tienen hijos con las estériles; para entender que cuando tenemos a Dios pase lo que pase el control está en sus manos y no en la nuestra. Ana atribuye a Dios la potestad de matar o dar vida, de descender o levantar del seol, de empobrecer y de enriquecer, de abatir y de enaltecer, de levantar del polvo al pobre y de exaltar al menesteroso.

Dios estaba al tanto de los sufrimientos de Ana, del ambiente tan vulnerable de su comunidad y como juez justo, va a juzgar a todos. Su poder es tan grande que tiene columnas que afirman la tierra. El guarda a sus santos y deja claro que nadie es fuerte por su propia fuerza. Este cántico es un agradecimiento y nos preguntamos, después que pasa la tormenta, ¿A quién le damos el crédito de la victoria que obtenemos?

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