Lectura: Mateo 7:21-23/Lucas 6:43-44
Pastora Belkis Fernández
El Señor está interesado en los frutos, Jesús dijo no todo el que me dice Señor, Señor entrará al reino de los cielos. Podemos usar nuestros dones y dejarnos usar en nuestra área más fuerte, mostrando a los demás nuestros talentos, pero a través de los dones, no se alcanza salvación. Dios busca frutos, frutos de obediencia a su Palabra, de arrepentimiento y lealtad.
Una fe estéril, una fe de boca, una fe de apariencia no es la que toca el corazón del Señor, es de ahí que Santiago dice que la fe puede estar muerta y el apóstol Pablo le habla a Timoteo acerca de que su formación no procedió de una fe fingida.
Los dones y/o talentos son importantes para el crecimiento espiritual del cuerpo de Cristo, pero si esos dones no están acompañados de los frutos, de nada sirve, el Señor espera que fructifiquemos. ¿Están los frutos sujetos a las circunstancias del creyente?
Muchos hacían obras que hasta podían impresionar a muchos, eran grandes obras y Jesús mismo los condenó porque hacían obras, predicaban, echaban fuera demonios, servían de diferentes formas, hacían milagros, pero ninguno había tenido un genuino encuentro con Jesús.
Apartados de mí dice el Señor a aquellos que, a pesar de haber recibido dones, no tenían frutos. ¿Se contradice la Palabra? ¡No! Simplemente que la seguridad de nuestra salvación no descansa en los dones que ejercemos sino en los frutos. Un árbol malo, no puede producir buen fruto. Cuando damos frutos dignos de arrepentimiento, entonces estamos aptos para ejercer nuestros dones para la gloria del Señor, y crecimiento y desarrollo espiritual.