Lectura: 2 Corintios 4:16-18
Pastor Pedro Julio Fernández
El ser humanos es un ser tripartito, es decir, tiene tres partes en su composición. El cuerpo es la única parte visible y el espíritu y el alma son invisibles e intangibles (1 Tes 5:23). El cuerpo es el hombre exterior que se va desvaneciendo con el tiempo y por las enfermedades. El hombre interior se va renovando día a día hasta llegar a la estatura de un varón perfecto (Efesios 4:13).
Solo la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4:12). La palabra de Dios puede recorrer la totalidad del ser humano en los ámbitos del hombre exterior y hombre interior
Cuando Pablo narraba las vicisitudes por las cuales pasaba escribió diciendo: Por tanto, no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo, nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Cor 4:16-18).
De la misma forma los hijos de Coré cuando estaban en momentos angustiosos se decían: Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? ¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.