Lectura: Hechos 3:1-12
Pastora Belkis Fernández
A las tres de la tarde, la hora de oración Pedro y Juan subían al templo, estos apóstoles practicaban la disciplina mediante oraciones comunitarias. A esa hora y lugar era traído un hombre cojo de nacimiento, quien venía cada día a la puerta del templo a pedir dinero. El cojo no podía entrar al templo porque la ley judía lo excluía. (2 Sam. 5:8, Lev. 21:18-23).
El paralítico le rogaba a Pedro y Juan que le diesen limosna, Pedro le dijo no tengo oro ni plata, pero en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda y al momento se le afirmaron los pies y tobillos, saltando se puso en pie y entró con ellos al templo.
¿Quién fue el autor de ese milagro? ¿Desde cuándo este hombre estuvo paralítico? ¿A dónde la multitud estaba poniendo su enfoque? Pedro aclara a los oyentes que ellos no andaban buscando ser exaltados, ni que hagan una estatua de ellos, sino que toda la gloria le pertenece a Jesucristo.
¿Qué lección podemos aprender de esta narración? Que Dios es un Dios de oportunidades, ahora el paralítico puede entrar al templo y no sentirse excluido. Que, en el tiempo de oración, el Espíritu Santo se mueve y muchas cosas ocurren en el plano espiritual, el paralitico tenía una mirada que solo le alcanzaba hasta pedir limosna, pero el Señor respondió e hizo un milagro completo, ahora puede entrar al templo y adorar a Dios. Pedro invita a los oyentes para que vengan al arrepentimiento y que sean convertidos para que los pecados sean perdonados, a fin de que vengan tiempo de refrigero en la presencia del Señor.