Lectura: Mateo 13:31-32 Pastora Belkis Fernández
La parábola de la semilla de mostaza nos hace recordar que la semilla que estamos sembrando, tendrá grandes resultados y que esa pequeñita semilla luego se convertirá en un gran árbol que aun los pajaritos harán sus nidos. El Señor no despreció a los pobres, ni a los pequeños, ni a los insignificantes; sino que valoró a los pequeños, a los que tienen pocas fuerzas, a los no atractivos, a los humildes.
El evangelio tiene una dinámica distinta a la del mundo. El mundo valora lo que se ve, valoramos lo grande, lo abultado, lo que impresiona a los ojos y despreciamos las pequeñas semillas que se van sembrando y que a lo largo de la vida se convertirá en un gran árbol y que aun las aves harán sus nidos.
La vida misma de Jesús fue un ejemplo, pues nació en un pesebre, en un ambiente que apestaba e inadecuado para el nacimiento de un niño. No nació en cuna de oro y su Reino se ha expandido como esa pequeña semilla de mostaza, que ha alcanzado a todas las razas y naciones.
El evangelio de Jesucristo es igual a una semilla de mostaza, es pequeña por su apariencia, pero crecerá como un gran árbol. Sembremos una pequeña semilla en los corazones de aquellos que todavía no conocen de Jesús y si conocen de Jesús necesitan tener fuertes raíces.
Sigamos sembrando la palabra de Dios como la semilla de mostaza. Esperemos que Dios la ponga a crecer y mañana se convierta en ese árbol, que aun los pajaritos (personas) harán nido por su altura, por la protección dada del Altísimo.