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El Evangelio como Semilla - Predica

  • tefyveg
  • 25 may
  • 2 Min. de lectura

Lectura: Marcos 4:26-29

Pastora Belkis Fernández, D.Min.

Decía, además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga; y cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado.

El evangelio como semilla tiene un poder propio, inherente, intrínseco en sí mismo. El evangelio necesita sembradores que lo siembren, que lo esparzan a los cuatro vientos. Va a germinar sin que el sembrador de la semilla sepa el cómo, pero verá todo el proceso desde la germinación (brote) hasta la cosecha de los frutos.


En Mateo cap. 13 hay 8 parábolas y en dos de ellas se habla de siembra y de semilla. La parábola del sembrador y la parábola del trigo y la cizaña fueron las únicas que Jesús tuvo que explicar y en ambas se habla de la palabra como semilla.


El evangelio es tan poderoso que Pablo dijo que es poder de Dios en acción para salvar a todos los que creen. Nada ni nadie puede hacer lo que la palabra de Dios hace, pues la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos. No hay nada en toda la creación que esté oculto a Dios. Todo está desnudo y expuesto ante sus ojos; y es a él a quien rendimos cuentas (Hebreos 4:12-13)


Pablo la expuso en todas partes que predicó y muchos judíos y gentiles aceptaron a Jesucristo como Señor y Salvador. Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto (2 Tim 3:16-17). La palabra de Dios es una lámpara que guía mis pies y una luz para mi camino (Salmo 119:105).


En conclusión, nuestro trabajo es sembrar la palabra. El resultado depende de Dios. El Señor no nos exime de nuestra responsabilidad de sembrar, pero el único que transforma vidas y cambia corazones es Jesús. El es el Hijo de Dios que quita el pecado del mundo. Esta parábola nos motiva a trabajar en la proclamación y evangelización y a traer esperanza a un mundo arruinado.

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