Lectura: Lucas 4:18-19
Pastora Belkis Fernández
En el presente hay que desmontar muchas mentiras, especialmente el énfasis a “yo siento”. No reduzca el Espíritu Santo solo a sentir. Jesús usaba los sentimientos, pero acompañado de la razón. Jesús había sido tentado por el diablo y no cayó en la misma tentación del pueblo de Israel en los 40 años en el desierto. La demanda de poner a Dios a prueba nunca trae buen resultado. Observamos a Jesús que llega al culto en la sinagoga y lee la escritura en Isaías 61:1-2. Yo quiero hacer énfasis en la oferta que todavía sigue presente y es predicar, sanar los corazones quebrantados, libertar, abrir los ojos de los ciegos, a proclamar mejoría para todos.
Tanto el corazón físico, como el corazón donde se guardan los sentimientos, emociones y pensamientos deben ser cuidado porque si fallan, puede conducir a una muerte repentina. La misión de Jesús continúa y es curar corazones maltratados. El corazón físico es como un reloj, el cual controla nuestros latidos. El corazón no físico es ese lugar interior del ser humano que asienta pensamientos, sentimientos y emociones. ¿Quién discierne los pensamientos y las intenciones del corazón?
Pienso en el patriarca José, el maltrato que recibió de sus hermanos, lo hizo pasar por un proceso de quebrantamiento y dolor. El salmista ante tanto sufrimiento se sintió como un pájaro solitario. (Salmo 102:5-7). Muy triste sentirse solo.
¿Qué puedes ver en el corazón?
Un corazón turbado. Juan 14:1-2
Un corazón engrosado. Mateo 13:15
Un corazón entenebrecido. Rom 1.21-22
Jesús es el reparador de corazones quebrantados. Tanto estrés, ansiedades en estos días de encerramiento. Jesús trajo un mensaje de esperanza a los pobres, a los que han sido quebrados por situaciones de dolor, a los que se sienten solos, aislados. El corazón y la boca trabajan juntos, de manera que el arrepentimiento se asienta en el corazón, del creyente y la boca confiesa que ya eres libre, ya eres salvo.
