Lectura: Lucas 2:12-14
Pastora Belkis Fernández, D.Min.
¿Cómo podemos mantener un estado de quietud en medio de las adversidades, conflictos y desacuerdos de hoy?
A Jesús le dieron la bienvenida en su nacimiento, un coro celestial el cual reconoció que el proyecto de salvación había sido inaugurado. El nacimiento de un niño en la época de Jesús era un evento celebrativo por toda la comunidad. En el caso de Jesús fue diferente, su nacimiento fue revelado a humildes y con una presencia celestial.
Un ángel del Señor aparece a pastores que estaban en el campo cuidando las ovejas. Ellos tuvieron miedo hasta que el ángel le dijo no tengan miedo porque les traigo una buena noticia. El Mesías, el Señor prometido ha nacido y la señal es que al niño lo encontrarán en un pesebre envuelto en tela. El miedo y el temor se va cuando somos receptores de su gracia.
Una multitud de los ejércitos celestiales se unió a ese ángel y decían: “Gloria a Dios en el cielo más alto y paz en la tierra para aquellos a quienes Dios se complace”. No todo el mundo pudo presenciar su nacimiento, sino campesinos y personas humildes.
La paz que ofrece el evangelio es el saber que nuestros pecados han sido perdonados. La persona queda libre mediante la obra de Jesucristo en la cruz del calvario. Una vez David estaba quebrantado de salud y sus huesos experimentaban dolor, hasta que confesó al Señor y bendijo su nombre por obtener el perdón de sus pecados.
Paz viene del griego eiríni que significa un estado de reposo, quietud y calma. En hebreo significa shalom que es un bienestar total, perfecto e integral. La paz que ofrece Cristo no es como muchos la venden hoy. ¡NO! El profeta Isaías definió la llegada y naturaleza de Jesús como el “príncipe de Paz”, aquel que ocupa la posición más alta, en término de jerarquía, la paz de Cristo domina todo nuestro ser.
A partir de ahora todo pecador arrepentido tiene la oportunidad de recibir la paz que conecta lo terrenal con el cielo. La paz que es el puente que reconcilia al hombre caído y lo restaura mediante Jesucristo.
